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¿Para qué disolverse? Y permanecer

En esta vida todo el pulsátil.

Si no pulsa, no vive.

En esta vida todo lo que vivimos se queda grabado, en algún lugar de la memoria, que no está sólo en el cerebro.

La vida es un pulsar de mareas -de fluidos internos-, que como ola de orilla a orilla, nos van recorriendo el cuerpo con el mero propósito de llegar hasta ahí, la orilla, de tocar el límite para salir del otro lado, para animarse así a sí misma la vida.

En esta vida todo se queda grabado.

Se graban los sutos, las desconfianzas, las respiraciones que se cortaron... esto hace corazas, y las corazas si bien nos protegen del exterior cuando amenaza... nos impiden nuestra capacidad de fuerza.

También se quedaron los éxitos, las posturas que aprendimos atractivas, las fórmulas magistrales... que si bien nos dan sensación de seguridad interna, nos impiden ser sensibles.

Por esto disolverse, para permitir el flujo de la marea interna, para que la vida vuelva a ser pulsátil y vívida.

Disolverse no es fácil. Es un poco morirse. Uno se vuelve vulnerable, y sensible, y lo que estaba adentro acorazado, brota, y lo que está afuera toca y cambia, y uno a veces deja de saber bien quién es. Entonces aparece ésa otra estructura que disolver, que es el miedo al cambio y a lo desconocido, y aparece el dilema de la confianza, y el no saber si en verdad la vida lo que te da te lo da, o te lo quita.

No hay nada que hacer.

Sólo asistir a la hecatombe en el centro. Sólo sostener el vértigo interno, el suelo que desaparece, el vacío que no te devuelve -aún- el eco de tu voz. Permanecer, mantenerse con la pregunta abierta, resistiendo la tentación de acorazarse de nuevo, permitiendo el mareo del mar que se mueve, más desbocado, confiar y seguir respirando, hasta que la barca interna se vuelca, el mar se calma, y un tenue, muy tenue eco de tu voz te devuelve la pregunta desde la otra orilla.

Disolverse es la estrategia de soportar lo insistentemente mutable. De entrenarse en la sensación de vértigo. Es la manera de que pase la ola sin estrellarse contra la propia estructura, y sin salir revolcado. Disolverse es un modo de humildad. Una muestra de respeto.

Disolverse es el modo de permitir que la vida recupere su manera de vivir, que es pulsando; como el niño cuando respira, y la tierra estalla y traga magma, y el invierno que siempre vuelve, y vuelve a aparecer ésa piedra con la que te vuelves a tropezar, esta vez sin caerte... y ésa persona a la que devolverle la sonrisa.

Y así todo está y no. Y cada pulso es una oportunidad que la vida tiene para devolverle a uno la eterna pregunta ¿quién soy yo realmente?

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